A veces se hace difícil creer que nuestro deporte será olímpico en apenas tres años. Sí sí, olímpico. Con himnos, coronas de laurel, retransmisiones internacionales y medallas similares a las que reciben deportistas como Phelps o Bolt.
Todavía es más difícil creer que después de la entrada de la escalada en el mundo olímpico, en nuestro país parece que hay cosas que no cambian, o como en este caso, cambian para peor.
Mientras a apenas 80 km de distancia se celebraba en Sputnik Climbing Center la segunda prueba de la Copa de España de Escalada Juvenil (al día siguiente sería la absoluta), con una organización de 10, vías de increíble calidad y muchos avances hasta ahora nunca vistos en competiciones nacionales, en Moralzarzal se celebraba, por tercer año, el Campeonato Universitario de España de Boulder.
En ediciones anteriores, el rocódromo privado Rock Game había albergado una competición que atrae a más de 80 escaladores, con muy buenas críticas por parte de todos y siendo un éxito rotundo en casi todos los aspectos. Este año, sin embargo, a petición del Ayuntamiento de Moralzarzal, la competición se celebraría en la plaza de toros municipal, un espacio al que muchos imaginamos que traerían muros y plafones del rocódromo y se montaría algo a la altura de los años anteriores.
Nada más lejos de la realidad. Al llegar y ver el panorama general supe que la competición iba a dejar mucho que desear. Competidores calentando corriendo, haciendo flexiones y utilizando gomas de mil maneras distintas para poder calentar ante la ausencia de un muro o estrucutra de calentamiento. Ni una barra de dominadas, ni una tabla multipresa, ni siguiera un plafón con cuatro cantos tirados para poder calentar los dedos…
Equipadores tratando de reducir con un formón las grietas entre los paneles, que al haber estado años guardados en un almacén (estos paneles se utilizaban hace años en alguna competición, en unas condiciones mucho mejores a las de ahora) se habían mojado cogiendo humedad e hinchándose por algunos sitios, combándose la madera por otros, por lo que no terminaban de encajar. Picos salientes en las estructuras, rendijas de hasta varios centímetros en las juntas, tornillos y aristas sobresaliendo… Todo de lo más seguro.
Árbitros (muchos ya veteranos de numerosas competiciones) tapando con cinta y celo algunas de esas grietas o incluso porteando para evitar una desgracia en algún bloque.
Bloques que, a pesar de tener que lidiar con las estructuras, los equipadores se curraron demasiado… Ni volúmenes, ni variedad de presas y movimientos, ni diferencia de dificultad en los bloques. Hay que entender que en este campeonato participan desde personas que hacen 6b hasta personas que hacen 8b+ de boulder. Por no estar, no estaban ni marcadas las presas de salida, algo obligado por reglamento y que un equipador nacional debería conocer. Ni los agujeros del tornillo de las presas tapados. Si no están tapados se pueden coger, provocando situaciones de peligro como la que se vivió cuando a un competidor se le quedó el dedo atascado en la presa. Suerte que estaba en el suelo y no a dos metros de altura!
Mientras participaba en la clasificatoria no paraba de repetirme que esa competición no se debería estar celebrando, porque no era ni digno ni seguro, y los deportistas tenemos parte de culpa por no organizarnos y plantarnos desde el principio. Tras pasar entre los primeros 8 clasificados a la final, traté de organizarme junto a mis compañeros finalistas para plantarnos y no salir. Muchos, por compromiso con sus universidades o por decisiones personales, decidieron competir, lo cual respeto y admiro, especialmente después de haber estado más de una hora pasando frío en una zona de aislamiento (el corral de la plaza de toros), en la que el único instrumento para calentar era una escalera de rejilla y sus barandillas. Todo muy de categoría de campeonato de España.
Mi decisión de plantarme en la final y decidir no escalar simplemtente transmite mi opinión sobre lo acaecido y es una forma de mandar un mensaje, al menos a nivel personal como deportista (ya se están tomando medidas por otras vías para que esto no ocurra más), de que esta situación ni es digna, ni es aceptable. Y si en 2017, a tres años de la celebración de los juegos, sentarse en un banco con un cartel delante de un alcalde y un miembro del CSD puede conseguir algo, aunque solo sea provocarles vergüenza, el hecho de haber perdido la oportunidad de disputar la final no habrá sido en vano.
Por todo esto espero, desde lo más profundo, que esto solo haya sido el espejismo de una época oscura de las competiciones que considero abandonada, una excepción que no va a volver a pasar y que no marque un camino a seguir . Un camino que únicamente tiene un destino, la involución de este deporte.